El acto de nacimiento del grupo Flor del Fango, no es anodino. Surgió de una velada de apoyo para la causa de los Indios del Chiapas, que se celebró en el Zenith, en Paris, en noviembre de 1997.

Actores de la escena alternativa (Mano Negra, Parabellum, Chihuahua, La Perla, Frères Misère) se habian reunido para imaginar un repertorio.

Tres años más tarde, el combo ocasional quien confiesa tener por icono príncipes del rock original como Chuck Berry o Gene Vincent, el maestro de la “ slide guitar ” Ry Cooder, o Santana, se volvío una rutilante máquina musical.

¿ Espíritu del subcomandante Marcos para quien “ la humanidad entera vive en cada de nuestro pecho. Tenemos que encontrarla, tenemos que encontrarnos ” ?

Por lo menos todo instiguaba a esta formalización.

En primer lugar, la imperiosa necesidad de afirmación de una generación hispánica, heredera de las que tuvieron que padecer del franquismo y de las incontables dictaduras latino americanas. La cual, alimentada con Chili con carne en veladas de apoyo y con discos familiares del gran cantar de gesta del Cono Sur (Victor Jara, Atahualpa, Yupanqui) ó hispánico (Camaron, Pata Negra) sintió el deseo de volver a este idioma con su patrimonio despues de un rodeo por la matriz rock-punk de los años 80.

De hecho, esta flor de savia rock, crece sobre un estupendo humus musical en el cual rancheras mexicanas se combinan con los recuerdos carismaticos de cantóres a semejanza de Chavela Vargas.

De lo que atestigua este primer opus, entre cantos refrectarios y canciones de amor, fiel tarjeta de visita de un collectivo nutrido por sus afinidades electivas, cuya expresión le da la vuelta a los tópicos latinos de temporada.

Sientiendose más cerca de Violeta Parra (la Egeria mayor de la canción sudamericana de los años 60-70, de quien readaptan uno de los grandes hymnos) que de Ricky Martin (¡ ellos dixit !), asumen una latinidad azogue, repartidora, despeinada, quien apuesta sobre el porvenir de las relaciones humanas y sobre la conivencia del público.

Desde algunos tiempos, al azar de escenas cruzadas por las de bandas perteneciendo a la misma familia espiritual (Zebda, Louise Attaque, Noir Désir, etc…), tanto su alquimia orquestal como su sinceridad dan en el blanco.

Sobre tramas de guitarras flamencas, de palmas apasionadas, de tempos rock, de riffs de trompeta, las voces encantadoras de Marucha Castillo y de Napo Romero, llevan la zarabanza de este repertorio “ mexicodelico ”, perfumado con el sabor de los instrumentos andinos (Charango, Kena, Cuatro, Guitarrón).

Un repertorio en el cual se trata de amor contrariados, de piratas, de luchas colectivas e interiores, de deseos de justicia y de mucha Utopía en al cantina Esperanza.